Si llegaste hasta acá es porque estas buscando una respuesta, a preguntas como ¿por qué vamos tan rápido? ¿hacia dónde? ¿por qué queremos hacer todo? ¿porque vengo scrolleando hace rato sin parar?
El principio es detectar, reconocer que algo no está bien…
Lo siguiente es confiar en el instinto de uno mismo y saber que la búsqueda está por ahí; es ese mismo instinto que te hizo hacer click y llegar a ésta página…
No te quiero vender nada, tampoco la idea de que necesitas algo más. Al contrario, creo que necesitas menos. Menos ruido, menos prisas, menos presiones, menos cosas.
Te invito a desacelerar.
A cuestionar la narrativa que nos han vendido toda la vida.
Entre tanta locura, olvidamos lo que nos hace sentir bien, lo que nos conecta con nosotros mismos, pero no te preocupes, no es culpa tuya. Es el mundo en el que vivimos, que nos empuja a correr hacia ninguna parte.
Por suerte, nuestra libertad, nos permite elegir, siempre estamos eligiendo. Y algunas elecciones son tan simples que dan miedo. Dejar de correr, parar, observar y respirar. Elegir seguir tu propio ritmo, uno que resuena con vos y no con lo que otros esperan de vos.
Desaprender es duro, y detenerse puede ser más aterrador que seguir adelante sin pensar. Sobre todo, si toda la vida te han dicho lo contrario, que el que se detiene no avanza…
Pero muchas, muchas veces, tenemos que desacelerar para poder pensar y tener bien claro hacia dónde queremos dirigirnos. Porque cuando lo haces, cuando realmente bajas el ritmo, empiezas a ver el mundo con otros ojos, y tener esa diferencia de percepción, puede cambiar muchísimo tu calidad de vida.
Esta y algunas reflexiones más, las comparto en mi newsletter…